Desde hace más de quince años, en La Rioja (Argentina), lxs vecinxs de Chilecito, Famatina y zonas aledañas se encuentran organizadxs para resistir la instalación de un emprendimiento de minería a cielo abierto. El contexto de aislamiento refuerza las grandes asimetrías entre las empresas extractivistas (que siguen operando) y la población en general, e invita a reflexionar sobre las redes que conforman las mujeres para sostener la vida y defender su territorio. Les compartimos el testimonio de unas de las integrantes de la Asamblea por la Vida de Chilecito*.
Vivo en esta ciudad, Chilecito, al pie de una gran montaña, un cordón montañoso que se llama el Famatina. Y alrededor de este cerro, vivimos habitantes de cinco departamentos: Famatina, Chilecito, Villa Unión, Villa Castelli y Vinchina. Todos vivimos y dependemos de este cerro. El Famatina es un cerro generoso, que no sólo nos provee el agua para nuestra vida, sino que además determina los perfiles agrícolas que tienen los territorios. Este territorio ha sido habitado mucho antes de la llegada de los españoles, por nuestros antepasados indígenas diaguitas.
Nosotros tenemos costumbres del noroeste argentino que nos caracterizan: somos amigueros, somos solidarios, nos gusta mucho abrazarnos, besarnos, compartir el mate, y compartir todo lo que tenemos, y eso hace que este momento difícil de confinamiento, de cuarentena, haya alterado muchísimo nuestras costumbres y nuestra forma de vida. Nosotras como defensoras del agua, y como Asamblea, protectora del cerro del Famatina, estamos convencidos de que todas estas pandemias son fruto del capitalismo; son fruto de la destrucción, y el despojo destructivo de nuestros territorios. Son fruto de la destrucción del ambiente, y la sobreexplotación de la Pachamama.
Nuestra Pacha nos está pidiendo que reflexionemos, y que intentemos cambiar nuestras formas de producción y nuestras formas de consumo. Están en disputas dos modelos: el modelo de la muerte y el modelo de la vida. Nosotros estamos ahí, en ese cruce de caminos, y debemos elegir. Tal vez no sea tan tarde para eso. Esta crisis, provocada por la pandemia -que no sólo tiene que ver con el coronavirus, si no la pandemia del capital-, está provocando un deterioro de la calidad de vida, sobre todo en las mujeres, en los jóvenes, y en los viejitos de nuestros pueblos.
Más del sesenta por ciento de las mujeres pertenecen a sectores informales de la producción. Y esos sectores, hoy, se encuentran con muchísimos obstáculos para trabajar. La mujer que vende pan, la mujer que vende tortilla, la mujer que sale a la calle, las empleadas domésticas, las mujeres que viven de las changas, son las más perjudicadas. Pero sobre todo en esta época del año, donde muchas de nosotras nos dedicamos a cosechar las frutas y las verduras, y a procesarlas. Y está siendo bastante dificultuoso cosechar las frutas y, sobre todo, poder procesarlas. Estas tareas se suelen hacer de manera familiar o comunitaria, y no podemos juntarnos para hacerlo. Y también hay dificultades para conseguir los insumos. En kioskos y despensas, están vendiendo dos kilos de azúcar por familia, y no es suficiente para hacer los dulces.
Nosotros proponemos, y construimos y fortalecemos, las redes de solidaridad entre nosotras, ayudándonos unas a otras. Estamos convencidas que la solidaridad es la manera de que vamos a salir de esta situación. Estamos acompañado a muchísimas compañeras que están sufriendo violencia y maltrato intrafamiliar, confinadas con su agresor y abusador dentro de su mismo techo. Desgraciadamente, no están funcionando -aunque tampoco funcionaran antes de la cuarentena-, las instituciones estatales que deben proteger a mujeres, niños, niñas y personas ancianas. Es bastante dificultuoso acceder a esos servicios aquí en La Rioja.
Nuestro mensaje para toda esta humanidad es que, ojalá, podamos aprender de todo esto. Aprendamos a cuidar a la Pacha, a cuidar el ambiente, a consumir menos; a producir sin usar agroquímicos, sin la sobreexplotación de la tierra y sobre todo no permitir que la minería, el fracking, el agronegocio, las pasteras, sigan destruyendo nuestro planeta. Sabemos que el confinamiento nos ha llevado a todos nosotros, vecinos y vecinas, a permanecer en nuestros hogares. Pero no hizo lo mismo con las grandes empresas, las trasnacionales y extractivistas, como las mineras, las curtiembres, forestales, que exponen a los trabajadores y a los obreros, que para ellos no valen nada, al contagio y a la muerte.
Ojalá aprendamos de todo esto, y salgamos mejores de lo que hoy estamos siendo.
*La Asamblea por la Vida de Chilecito es una organización liderada y conformada en su mayoría por mujeres, para resistir la instalación de un megaemprendimiento de minería a cielo abierto con efectos altamente contaminantes sobre su territorio. La Asamblea es coparte del FMS a través del Programa Fortaleciendo a las Defensoras Ambientales (Argentina).