Yren Rotela –su nombre, su identidad, sus luchas colectivas, la organización a la que pertenece- representa uno de los avances más importantes en el reconocimiento de los derechos de las personas trans en Paraguay: es la primera en lograr la autorización del cambio de nombre registral mediante resolución judicial, conquista alcanzada en mayo de 2017.
Yren es presidenta de la organización Panambi-Asociación de travestis transgéneros y transexuales del Paraguay, a la cual el Fondo de Mujeres del Sur apoya en lo financiero y técnico desde comienzos de 2017 a través del Programa de Diversidad Sexual “Nuestros derechos, nuestro orgullo. El poder de la diversidad y la construcción del movimiento LGBTI” (las siglas designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales y personas trans e intersexuales).
Actualmente, Yren se enfrenta a otra espera. La primera comenzó a sus 13 años con el proceso de construcción de su identidad, hasta el reconocimiento concreto de su nombre por dictamen judicial. La segunda y presente es lograr que no prospere el recurso de apelación presentado por la Fiscalía General del Estado en contra de la resolución judicial que autorizó el cambio de nombre.
El camino es complejo en una sociedad que plantea muchos obstáculos, no sólo los legales y judiciales. “Ser trans en Paraguay no es fácil. Se pasa por muchas cosas: se discrimina, se violenta. Estamos criminalizadas, estigmatizadas y excluidas de todas las políticas públicas, sin garantías ni protección”, relata Yren.
Paraguay atraviesa un momento de estancamiento o, más bien, de involución en materia de reconocimiento de derechos LGBTI. Su Código Civil, en el artículo 140 (inciso “g”), prohíbe expresamente el matrimonio entre personas del mismo sexo. A esto se le suma el vacío de protección legal contra la discriminación por la orientación sexual e identidad de género.En junio de 2017, durante la 47ª Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) se le dio tratamiento al Proyecto de Resolución Promoción y Protección de Derechos Humanos.
Uno de los puntos a tratar disponía la adopción de políticas públicas por parte de los Estados firmantes a fin de condenar y erradicar toda forma de discriminación y actos violentos fundados en la orientación sexual, características intersex, identidad y expresión de género. El Estado de Paraguay se opuso, peticionando la exclusión de este apartado del Proyecto.
Dentro de este marco, Yren se aferra a su lucha. Estos días la encuentran expectante a una decisión judicial que marcará sus 17 años de activismo personal y colectivo.
– ¿Cómo fue el proceso transcurrido para obtener el cambio de nombre?
– El proceso no fue fácil. Yo desde los 13 años fui construyendo mi identidad. Hace 17 años soy activista y me volví una persona pública, desde entonces me presento ante todo con mi verdadero nombre con la cual crecí y vengo construyéndome. Entonces empezó toda una preparación de documentos para presentarlos. Cuento con el apoyo de un grupo de abogados del INECIP (Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales de Paraguay). Quiero aclarar que es un cambio de nombre, no de sexo, y en Paraguay el cambio de nombre se hace. Existen antecedentes de personas que lo cambiaron, pero son muchos los problemas administrativos sin estar llevándolo a otras instancias judiciales, como la Cámara de Apelación.
– ¿Qué sentiste al saber de la autorización del cambio de nombre?
– Me sentí muy bien con que la jueza haya tenido un dictamen favorable. Como sacándome un peso de encima; como que estaba todo para volver a nacer, pero tuve la mala noticia de la apelación.
– ¿Cuál es el panorama actual?
– Hoy mi caso está en la Cámara de Apelaciones para ver si emite un dictamen favorable o negativo, y esto es lo injusto: el calvario por lo que tengo que pasar para obtener mi nombre. Desde un principio, la Fiscalía se negó, pero la jueza tuvo dictamen favorable y la Fiscalía apeló.
– ¿Cuál es tu motor de lucha?
– Primeramente, me apoyo en mí, pues pasé mil cosas. Soy una sobreviviente de varios intentos de asesinatos, violencia, agresiones, discriminaciones. Excluida y criminalizada. Pues esta vida no la quiero para lxs que vendrán.