Justine Cassar es de Toulouse, una ciudad del sur de Francia. Llegó en enero de 2017 a la ciudd de Córdoba, Argentina, para desempeñarse durante cinco meses como voluntaria en el Fondo de Mujeres del Sur. Así relata su experiencia:
Después de haber recibido mi diploma en ciencias económicas y sociales, decidí tomarme un año sabático para viajar pero también para trabajar sobre los derechos de la mujer. Quería practicar antes de hacer teoría, ver con mis propios ojos la realidad cotidiana de mujeres que están luchando cada día para defender los derechos de la mujer en nuestro mundo.
Vengo de un país, el país de las Luces y de los derechos humanos, donde el sexismo no es considerado como debería serlo: un problema grave que merece más que un día en el año. Francia se considera como un país donde la igualdad de género ha sido alcanzada, pero es mentira. Hay desigualdades salariales, acoso sexual, sexismo en los medios de comunicaciones y en las publicidades; son pocas las mujeres que ocupan puestos de alta responsabilidad en la esfera política; las violencias conyugales, violaciones y femicidios son muchos y las cifras no están bajando. Estas violencias contra las mujeres son menos visibles comparadas a Argentina, pero existen y las mujeres en Francia como en Argentina sufren del orden y poder patriarcal.
No hay ningún país en el mundo que pueda presumir de haber alcanzado la igualdad de género. La violencia contra las mujeres afecta a todas las mujeres. Esto afecta a madres, hermanas, novias e hijas de todo el mundo.
El feminismo no es solo un concepto o una definición simple para describir un movimiento social. Para mí, el feminismo es más que eso. Es una parte de mi vida, es un prisma con cual miro el mundo donde vivo y es desde donde me animo a obrar y comprometerme para hacer de este mundo un mundo mejor. Un mundo donde las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres y donde no sean más sometidas por esta sociedad que ayuda a reducir a las mujeres a un objeto. Un mundo donde las mujeres no sean golpeadas, violadas, insultadas, acosadas, mutiladas y humilladas sólo por nacer mujer.
Por todas estas razones, me comprometí durante cinco meses a trabajar en el Fondo de Mujeres del Sur (FMS). Cuando leí lo que hacía la organización, me di cuenta que era todo lo que quería defender: promover los derechos de la mujer, apoyarlas financiera y técnicamente para que se reapropien del espacio público, conozcan sus derechos, logren su emancipación.
Contar mi experiencia me lleva a repensar todo lo que hice y, en especial, todo lo que aprendí. Estoy orgullosa de haber participado de varios proyectos del FMS, de haber aportado mi ayuda y de haber trabajado junto a mujeres que admiro. Admiro su determinación y su compromiso para combatir las injusticias y las desigualdades que son obstáculos para la libertad, la independencia y la autonomía de las mujeres.
Esta experiencia me ayudó a darme cuenta que somos millones de mujeres unidas por un sentimiento común de lucha. Es raro encontrar personas como ellas, animadas por la ganas de cambiar las reglas, dedicadas a esta lucha. No sólo son un ejemplo para mí, sino también una prueba de que el progreso social es posible, de que es posible cambiar las reglas de juego de la sociedad patriarcal y apoyar a otras mujeres a partir de proyectos concretos que muestran que tienen la capacidad de cumplir sus propias ambiciones y de tomar las decisiones más apropiadas para ellas y sus vidas.
Estoy agradecida con todo el equipo ejecutivo por haberme dado la oportunidad de trabajar en el FMS y, sobre todo, por haberme contagiado el deseo de luchar cada vez más contra los estereotipos y el sexismo que impiden a las mujeres sentirse libres. Lo que aprendí durante esta experiencia me va a servir no sólo como motivación para seguir mi compromiso; también me permitió darme cuenta que podemos todos hacer algo.
Podemos reclamar una justicia digna de ese nombre, pero solo si decidimos que ese es nuestro problema, nuestra preocupación principal. Porque la realidad está ante nuestros ojos y yo comencé a verla.