El 1 de junio de 2019 la organización Arpías inauguró un nuevo espacio, concretando un anhelo de largo tiempo. La Casita Arpías, como la llamaron, está en el centro de Salta, Argentina, y es un lugar para compartir lecturas, charlas, talleres y otras actividades orientadas a cuestionar las dinámicas de las relaciones sexoafectivas entre lesbianas. Es también la sede de la primera biblioteca lesbofeminista de la ciudad, así como un punto desde el cual visibilizar las problemáticas del colectivo en el corazón del territorio salteño.
Las “arpías” que habitan la casa salteña no son, como la figura mitológica que su nombre evoca, seres fantásticos. Son mujeres, lesbianas, con una historia humana para contar, que habla de la consolidación y el avance de una organización pionera en visibilidad lésbica en el norte argentino. Los relatos que la componen son retazos de sus vidas, activistas que llevan más de diez años trabajando para erradicar las prácticas discriminatorias de la sociedad en la que vivimos.
El Fondo de Mujeres del Sur las acompaña desde el año 2017, a través del Programa Nuestros Derechos Nuestro Orgullo, cuando Arpías presentó al FMS la necesidad concreta de disponer de una casa. “No teníamos lugar propio para nuestras charlas, talleres, proyecciones. Las lecturas que se hacían se generaban en distintos lugares como centros vecinales, casas de las compañeras, oficinas de trabajo”, recuerda Gabriela Veleizan, referente de la organización. Y agrega: “El espacio físico nos dio a conocer, nos confirmó que no éramos simplemente un fantasma del asfalto, sino algo más”.
Durante el primer año de acompañamiento del FMS, el trabajo mancomunado de las Arpías hizo que la organización pudiera dejar el pequeño espacio que alquilaba en un barrio periférico de la ciudad y pasara a habitar el local céntrico que hoy inauguraron. La casa cubre las necesidades de la organización tanto para desarrollar sus actividades habituales como para poder sumar proyectos nuevos, y para seguir trabajando en incidencia y apostando por un impacto transformador en la sociedad salteña.
Sin embargo, el camino no estuvo desprovisto de desafíos ni dificultades. En octubre de 2018, el primer local de Arpías sufrió un ataque de odio. La fachada fue pintada con símbolos ofensivos y palabras denigrantes dirigidas a las integrantes de la organización. Pero eso no las detuvo, sino que llevaron el caso a los medios y visibilizaron que aún queda mucho por hacer en pos de una sociedad que respete el derecho a la diferencia.
Luego de que el hecho tomara estado público, las Arpías decidieron que era momento de seguir adelante. Habitando ya su nueva Casa, se convirtieron en bibliotecarias, consejeras, activistas, administradoras, voceras ante la prensa, feriantes, organizadoras de eventos y debates, talleristas y trabajadoras autogestionadas en su taller gráfico de sublimaciones, una técnica de impresión en tela.
Llegaron aún más lejos. Desde su espacio de Consejería de Derechos Sexuales y Reproductivos, que inició en 2018 y en el que han atendido a unas 950 personas, lograron posicionarse como referentes en materia de asesoría en derechos, salud sexual integral, salud reproductiva y tratamientos hormonales, así como también en contención y acompañamiento ante hechos de violencia.
Las Arpías han sabido empoderarse en un contexto hostil para las lesbianas. “Nos sentimos un poco más resistentes y con más fuerza, con más coraje por el hecho de estar acá, tener nuestro espacio y saber que estamos unidas para cualquier tipo de situación a la que nos podamos enfrentar”, concluye Gabriela.
De cara al futuro, en la organización se plantean cómo encarar el desafío de sostener el espacio, seguir gestionando sus proyectos, mantener su visión política independiente y sensibilizar a más personas, así como ser un lugar seguro al que, quien lo necesite, pueda acercarse.