La práctica del cuidado como política desde las mujeres y disidencias sexuales
Esta historia sobre Jessica Arias y las Rebeldes del Sur, organización del Bañado Sur (Asunción, Paraguay) fue escrita originalmente por Gabriela Schvartzman y Ana Galeano. Luego, Fábrica Memetic la adaptó gráficamente, en un trabajo conjunto con Jessica y el equipo del Fondo de Mujeres del Sur. La compartimos en el marco del Día de los Derechos Humanos, porque creemos en los aportes del feminismo territorial y popular para afianzar y garantizar esos derechos, así como para construir democracias incluyentes, sin violencias.
Jessica Arias es joven madre de una niña y un niño, estudiante de trabajo social y trabajadora. Nació en el Bañado Sur, territorio poblado a lo largo de la rivera del río Paraguay en la capital del Paraguay.
Jessi se identifica como militante feminista y referente de su comunidad. Viene construyendo hace varios años un liderazgo colectivo a partir de su involucramiento en los espacios de trabajo comunitario. En esos espacios, empezó a conocer a otras compañeras y a organizarse a partir de necesidades concretas, como conseguir refugio seguro durante las cada vez más recurrentes y agresivas inundaciones, causadas por la crisis climática y el impacto negativo de la megaobra Franja Costera en el suelo bañadense.
A partir de coordinar acciones elementales como canalizar la demanda de la población, conseguir los insumos necesarios para las mudanzas de las vecinas y vecinos, y la asistir en el establecimiento en refugios provisorios, es que Jessi y sus compañeras fueron fortaleciendo sus vínculos entre ellas y con las demás organizaciones de la comunidad.
El feminismo significó para Jessica el motor de varios cambios en su vida. A partir de comprender su historia desde la mirada feminista, llegó a ponerle nombre a muchas sensaciones de frustración que asumía desde lo individual, pero que son parte de los mandatos que la misma sociedad patriarcal nos va imponiendo como mujeres. El desafío de mirarnos desde lo colectivo, no como islas, volviendo consciente que la violencia estructural y estatal al ser madre soltera y bañadense es mucho mayor, fue uno de sus más reveladores descubrimientos.
Las Rebeldes del Sur y la lucha por el acceso a políticas públicas básicas
Las Rebeldes nacen en 2015 dentro del movimiento “Desde abajo”, a partir de la necesidad de contar con un espacio propio para las mujeres de la organización en el que pudieran discutir y abordar las problemáticas que las afectaban particularmente como mujeres.
Con los compañeros compartían los ideales revolucionarios, sobre avanzar en la revolución desde las comunidades, pero, en medio de ese gran deseo, surgían otros cuestionamientos específicos sobre la manera y otras situaciones que los compañeros no conocían o acababan minimizando. En palabras de Jessi; “mientras los compañeros pensaban como hacer la revolución, nosotras pensábamos cómo hacer que esa revolución involucre a la familia y nos involucre a nosotras enteras y felices”
Es así como las Rebeldes empezaron a juntarse. Diez, doce mujeres, para hablar del cotidiano, de las cosas que las afligían, y también a formarse políticamente, para poder debatir y comprender cómo opera la violencia patriarcal.
Desde el primer momento la idea fue la de fortalecer un grupo de mujeres y disidencias que pudiera seguir creciendo e incidiendo en otras, construir espacios de talleres de oficio, y hasta un albergue para que aquellas que atraviesen situaciones de violencia puedan permanecer seguras.
Todos esos proyectos en contexto de pandemia se hicieron difíciles de concretar. En este tiempo, el desafío mayor fue el de sobrevivir unidas, abocándose a permanecer en contacto y cuidarse.

La herramienta audiovisual como espejo para una lucha colectiva
La posibilidad de acceder al financiamiento del Fondo de Mujeres del Sur en el marco del programa Mujeres en Alta voz permitiría oxigenar un poco la militancia y realizar actividades que requerían un mínimo de recursos.
Así surgió la posibilidad de realizar un material audiovisual que contara la historia de la organización, compartiendo el cotidiano. Con ese material buscan transmitir a otras compañeras que la organización surge de mujeres laburantes, que día a día luchan contra el machismo desde sus hogares y garantizando el alimento a sus familias. Pudiendo tener esa base material mínima garantizada es que se encuentran las fuerzas y crece la convicción de que la organización colectiva es necesaria.
A Jessica el proceso de conocer y reconstruir las historias de sus compañeras la llevó a dimensionar lo valiosas que son cada una de ellas. Se convenció de que todo cambio en este mundo tan hostil vendrá de la mano de las mujeres. Termina la idea parafraseando a Rita Segato; “es porque la historia viene de la mano de las mujeres que sigue habiendo historia”
La política del cuidado como práctica comunitaria
Entre los principales cambios que produjo la organización a nivel personal, Jessi destaca un antes y un después en la forma en la que se autopercibe, sus expectativas y sus formas de vincularse con su entorno más cercano. El poder tener bien claro cuáles son los vínculos necesarios que fortalecer y sostener en el marco del respeto y la responsabilidad afectiva, así como priorizar el diálogo como herramienta, fueron los grandes aportes de la lucha en su vida y crecimiento personal.
La mirada desde la comunidad y los barrios se ancla fundamentalmente en el protagonismo que tienen las mujeres bañadenses para el sostenimiento de la vida, papel que ha quedado más que evidente durante la pandemia. “Fuimos nosotras desde la organización y en conjunto con otras mujeres quienes sostuvimos y gestionamos las ollas populares en cada uno de los barrios durante toda la pandemia”, relata Jessi.
La organización de las ollas populares en el Bañado Sur llegó a alimentar a unas 3700 familias aproximadamente, a partir de 21 ollas. En la actualidad, se mantienen 14, que sirven de sustento a unas 1200 familias.
Sostener las ollas es un gran desafío, porque consiste en un tire y afloje. Aunque exista una Ley de Ollas Populares aprobada a partir de la presión organizada desde los barrios durante la crisis, son principalmente las mujeres quienes siguen exigiendo que esa ley se cumpla y que no vulnere otros derechos. La ley estipula que los alimentos que lleguen a las comunidades sean de calidad, que se utilicen verduras y hortalizas orgánicas, de la agricultura familiar campesina. Esto, hasta hoy, no se cumple en la práctica. Los insumos que bajan a las comunidades desde la Secretaría de Emergencia Nacional alcanzan con suerte para seis comidas semanales, y llegan una vez al mes.
De a poco, esta dinámica afecta el sostenimiento de las ollas, ya que con la flexibilización actual de la cuarentena, las mujeres también vuelven a salir de la casa para garantizar el sustento cotidiano.
Desde las Rebeldes del Sur las iniciativas se concentran en el cuidado, el apoyo sororo y la formación en convicción para que, cuando se avecine la próxima crisis, las encuentre unidas, organizadas y revolucionarias.